muy poco decía con palabras, por eso cuando hablaba nos dejaba mudos... de chicos nos quedábamos quietos, lo mirábamos, lo queríamos. no entendíamos casi nada. una vez se acercó a mi mesa, señaló un dibujo de mi infancia y la miró a thalita... ellos se entendían con gestos, con movimientos de cejas, tal vez la boca, la nariz ... ese hombre de canas, andar lento, modales suaves y presencia transparente transformó todas sus palabras en colores.
¡qué poder tenía mi abuelo detrás de esa existencia!